domingo, 30 de septiembre de 2012
Miedo
Luego de casi cuarenta y ocho horas sin conseguir dormir, parecía una enfermedad sin cura, un sueño que se veía tan real; siento que actué sin ser yo y padecía un dolor en lo más profundo de mi ser, un dolor aliado con el miedo que me atormentaba mientras no creía en nada y creía en todo, en ese horror de la oscuridad donde supuse estaba en un sueño donde soñaba, al despertar del primero, aún soñando, no creía que lo que presenciaba era todo lo que poseía, finalmente desperté con ese vacío que desnuda nuestros miedos, avergonzándonos de nosotros mismos al ver nuestra alma descubierta. Pero no era nada. Era un sueño.
Un sueño tangible. El miedo y el dolor juntos estrechaban mi cuerpo y yo deseaba morir en esa modorra que cada vez era más real, como tocar unas flores marchitas.Sentía cómo la adrenalina fluía por mis venas envenenándome lentamente hasta apoderarse de mi sin dejarme siquiera un último aliento, los ojos ardían como lava y las lágrimas no cezaban; el cuerpo se estremecía y giraba en su mismo eje, el sudor brotaba en cada poro de mi piel. Estaba aterrado.
El Peor de los miedos es temerse a uno mismo, enloquecer y creer que existe un mundo lleno de ilusiones, fantasías y esperanzas pero aquí, en la realidad, cuando te hieren los sentimientos es relativamente fácil levantarse con el tiempo, cuando hieren tu corazón hay que ser fuertes para superarlo, pero cuando hieren el ALMA, se compromete la vida misma, es ahí cuando la locura juega su papel principal y uno sólo puede observarse, muchos disfrazan su tristeza aparentando felicidad, pero una herida en el alma es algo que no se supera ni se olvida, siempre quedará como un vago rencor que jamás se admitirá en nuestro raciocinio. Hipócritas con nosotros mismos.
Es tanto el dolor, que llegas a estar harto y quieres dejar de sufrir acabando con tu vida, antes de lanzarte al vacío y dejar de existir, contemplas por última vez la realidad y te observas al otro lado, te tienes miedo.
Entonces, cerré mis ojos fuertemente, todo volvía a ser oscuro incluso siendo de día, al abrirlos bruscamente me di cuenta que estaba ciego, ciego de la realidad.
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